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4 oct 2010

De la empatía a la apatía y de regreso

Por: Laura Diorella Islas Limiñana 


Un grave problema que tiene nuestro país es la apatía; la participación social y la atención desinteresada a nuestro prójimo no es nuestro fuerte. Es verdad que cuando ocurren desastres naturales, como el terremoto de 1985 o las inundaciones anuales, colaboramos y hacemos donaciones de dinero y en especie para los damnificados. No obstante, esta actitud de servicio no es patente en nuestra vida diaria. La apatía y desconexión se han hecho la norma, y al respecto, a continuación se relata una anécdota de cómo pasé de la empatía hacia la gente a la apatía y de regreso.
El viernes pasado, después de un largo día, al subir las escaleras de los andenes del metro Taxqueña había un hombre, tirado casi a la mitad del rellano medio. La posición del hombre me llamó la atención, tenía una pierna torcida, y la otra estirada en la posición opuesta, su torso estaba caído. Me alarmó que pudiera estar malherido, o peor, que pudiera estar muerto. La gente pasaba a su lado, evitando incluso verlo, como si fuera basura.
Continué subiendo y le avisé a una policía la situación. Ella llamó a su jefe, quien iba subiendo las mismas escaleras. Al llegar a dónde estábamos le explique la situación, y de la forma más apática me contestó –esta dormido-. Me asombré de su seguridad, e insistí sobre la posibilidad de que estuviera enfermo; el policía ya molesto y con un tono de prepotencia y fastidio me dijo –vamos a despertarlo, si quiere-. Su tono me disuadió y decidí que no valía la pena preocuparse por la gente tirada por ahí, si uno se expone a esos tratos.  Al día siguiente, comenté mi experiencia, y mis amigos fueron quienes señalaron que la actitud errónea era del policía, porque al final, ¿cómo podemos cambiar  la sociedad si no nos preocupamos por su componente principal, las personas?-
Analizando mi vivencia, la consecuencia de preocuparse por el señor, fue un regaño del policía, quien probablemente estuviese cansado de trabajar. Ese regaño me intimidó, pero sobre todo me enojó mucho y decidí no hacer nada. Pude haber hecho más, pero ¿para qué exponerme?
Algo así nos pasa a todos, el problema es cuando la apatía permanece. Por ello es importante, 1) hacer algo al respecto; hoy pienso que hubiera enfrentado al policía y eso pudiera haberle dado una lección moral. 2) Compartir las experiencias, como en mi caso, así es menos probable que la actitud de apatía permanezca, porque se pone la materia a discusión. 3) Si lo que estamos haciendo es lo correcto, no desistir. 
Discutir entre nosotros ese tipo de experiencias nos ayuda a conocer diversas actitudes y respuestas, pues si no lo hacemos, esta actitud indiferente, a la larga, se transforma en apatía no sólo casos particulares, sino hacia problemas sociales en general. Así abro una convocatoria a nuestros lectores,, a ¿cuánta gente le ha pasado algo similar, un hecho que transformó su actitud a la desidia total?
Compartir nuestras experiencias es importante, es parte necesaria para transformar nuestra sociedad. Ojalá no sea en vano que comparta mi experiencia, que sea cierto que la culminación de pequeñas acciones resulte en cambios trascendentales. Quizás esta acción repercuta en el futuro bienestar de alguien. ¡Quizás estés leyendo esto y tengas un contacto y ese policía en Taxqueña reciba un curso de capacitación o qué sé yo!

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